Orquídea Drácula

En la vida existen numerosas contradicciones. Una de ellas es que a los que se nos mueren las plantas sólo con mirarlas nos encanten aquellas que son más delicadas. Como las orquídeas.

Desde pequeña me han fascinado sus flores, la intimidad que albergan en su interior, la exposición de sus raíces y la aparente fragilidad de sus ramas. Sus colores. Y al ser una persona que perdió el olfato durante años siempre me parecía un misterio su aroma. A día de hoy sigo sin saber si huelen y a qué huelen las orquídeas. Y casi prefiero que siga siendo un enigma. Quiero que la magia continúe y que de pronto un día descubra ese olor y me sorprenda.

Resulta que en Madrid existe un “espacio” llamado Orquídea Drácula. La orquídea drácula es espectacular en sí misma, pero el espacio es apasionante para cualquiera que se deleite con las orquídeas y con las rarezas vegetales. La calle Amaniel número 20, donde la parada de autobús, es mi destino de hoy. Busco arte floral y la cosa promete.

Quienes hayan leído MIAU, de Benito Pérez Galdós quizás sientan el mismo encanto que yo al recorrer esas calles, ahora convertidas en zona de trasiego de turistas, vecinos y captadores de tendencias.

Es ahí donde me dirijo a comprar unas plantas parásito, parecidas a un ser traído de otro planeta. Nada más llegar me encuentro con Felipe, el creador.

Está preparando un ramo con nebulosas; a golpe de spray le da el toque perfecto para la inspiración de Blade Runner, la película. Y es que Orquídea Drácula no es una floristería como tal, ni “una tienda de plantas”, ni un vivero. Es un laboratorio floral en toda regla. Lo mismo te crea un ramo inspirado en Laura Palmer o en Rocío Jurado, que ejerce de “doctor de plantas”.

Mientras me dedicaba a tirar fotos de los rincones del local, Felipe atiende a varios clientes. Son jóvenes y buscan algo diferente. Un jarrón Kaiser, una planta para alguien a quien se le da mal cuidar plantas, un consejo sobre una planta que se ha puesto enferma…

Además de la decoración, los jarrones, las plantas hay algo que llama mi atención. Una especie de plataforma con luz y semilleros. Si, podemos llamarle el creador.

Sólo una persona de éxito podría haber tenido esta idea: acercar a los jóvenes arte floral asequible. Perder el miedo a tener una planta en casa o atreverse a decorar con un jarrón y un ramo el salón de una casa decorada con muebles de IKEA.

Mi elección para regalar y (auto regalar) son unos Krimlims con sus respectivos jarrones o piezas donde apoyarlos. No necesitan tierra. Como si de un acto de brujería se tratara Felipe me explica que cada miércoles he de sumergirlos tres veces en agua y dejarlos secar encima de papel de cocina. Creo que me sobrevivirán.

Mi Krimlim ahora está encima de una estantería vigilando mis cámaras de fotos. Tiene purpurina rosa y en efecto parece que ha venido de Vulcano.

Ya os iré contando cómo evoluciona. Tiene un aspecto inquietante. Si crece o se mueve os aviso. Mientras tanto, ya tengo marcado los miércoles en el calendario.

Voy a seguir buscando arte.

Os dejo el podcast por si no os apetece leer y preferís escucharme. Aunque de momento cuento con medios rudimentarios, creo que es necesario hacer accesible a todos los contenidos que subimos en Internet:

Y aquí, una pequeña muestra de lo que pudo captar mi cámara. No he querido subir más fotografías. Prefiero que os acerquéis a verlo con vuestros propios ojos.