Mamba

No sé cómo encontré su perfil en Instagram. Puede que le hiciera un tatuaje a alguien a quien yo seguía y en cuanto me metí en su perfil me quedé. Sigo a decenas de tatuadores. En parte por trabajo cuando me dedicaba a investigar sobre la criminalización del tatuaje y en parte por puro vicio.

Mi madre lo pasaba fatal con todo lo que tuviera la palabra tatuaje o piercing. Me dejaba hacerme lo que fuera en el pelo. Pero por favor, me decía, en la piel no, que la tienes muy delicada. “Que no he estado yo 9 meses cuidándote dentro de mí para que ahora tú te destroces”.

La respeté. Bueno, mentira, me hice unos piercing a escondidas y casi le da un yuyu. Las dilataciones tampoco le gustaban nada pero bueno. Algo tenía que aceptar. Pero sí que la respeté. Hasta el final. Dejé mi piel impoluta hasta que ella finalmente ya no estaba. Y sentí que había llegado el momento. Era un homenaje a nosotras. A nuestro universo. A lo que teníamos entre ella y yo. Madre e hija. Eso que nada ni nadie puede entender. Y tuve claro quién quería que me hiciera ese primer tatuaje. Mamba. Estuve nerviosa cuando le mandé el mail con la idea. Sentía el estómago hecho un nudo cuando iba camino de que me tatuase. Tantos meses esperando, sin conocerla en persona pero estaba convencida de que tenía que ser ella por lo que me transmitía. Y así fue.

A día de hoy volvería a dejarle mi piel para que me la pinchara. Para que me pellizcara y para que me abrazara. Aunque esto lo hace en la distancia. Ha conseguido que le tenga mucho cariño. Me ha enseñado mucho.

A ella. No es necesario decir que su obra me tiene completamente enamorada.

Como ella dice, “tatúate el alma, tatúate la piel”

https://www.instagram.com/_mamba/?hl=es